ALPINISMO EN PRIMERA PERSONA: JUAN JOSE CANO

Alpinismo en tiempos de la pandemia.

Nunca ha sido fácil ser alpinista viviendo en Extremadura y menos en estos tiempos que corren   con cierre perimetral y restricciones sanitarias incluidas. Pero a decir verdad, ser “alpinista” es más un sentimiento interno que un conjunto de acciones o ascensiones. Ya que disfrutar de los paisajes y las aventuras que la montaña nos ofrece es medicina para el alma de todo aquel que sabe disfrutar de sus pequeños rincones y embeber las sensaciones que provoca este deporte en las personas.

Muchas veces me han preguntado donde escalamos en Extremadura y otras tantas qué montañas tenemos aquí, pues desde la lejanía, nuestra región se representa mentalmente por grandes llanuras y las típicas dehesas que caracterizan muchos de nuestros paisajes. Pero la realizada es que hay buenas montañas en Extremadura y grandes desniveles que sirven de terreno de juego para el montañismo. Por poner un ejemplo, para que me entiendan, desde el pueblo de Jerte hasta la cumbre del Torreón del Calvitero hay unos 2000m+ en pocos kilómetros y así en gran parte de la zona norte de la región, con pequeñas pero empinadas montañas para disfrutar.  Y en estos momentos de limitaciones hemos sido capaces de sacar mucho partido a estas zonas elevadas de nuestra geografía, jugando con pequeños recorridos, pero sintiendo en todos nuestros poros los sentimientos por los cuales nos hacemos llamar “alpinistas”.

 

El texto comienza con una llamada a Moisés, invitándolo a una aventura innegable llena de tintes exploratorios, deportivos y con gran carácter de esfuerzo, en la zona de la Alta Extremadura. La idea: enlazar dos bonitas actividades entre Castifrío y Azagallas sin parar y en el menor tiempo que nos permitiesen nuestros desentrenados cuerpos. Motivaciones de pandemia.

Así, con las primeras luces del alba ya estábamos preparando nuestras mochilas en el Puerto de Tornavacas y poco tiempo después con la cabeza agachada y braceando con los bastones para ayudar el movimiento ágil y  acompasado de las piernas, ganábamos metros de desnivel para llegar en el mejor tiempo posible al inicio de nuestra primera actividad.

En unas 2h estábamos en la base del espolón rocoso que se dibuja en silueta a la derecha de Castifrío, bien visible desde “El tapadero” y cuyo perfil  me había motivado todas las veces que, por motivos laborales, había subido allí esta temporada. Pertrechados con todo el material de escalada y con la intención de subir con las botas rígidas (ya que no llevábamos pies de gato) intentamos buscar una línea lógica que nos dejase progresar por el cresterio. Comienzo yo la escalada y la continua Moisés en un sin parar. Así queremos que sea, deseamos sentirnos fatigados, rápidos y vivos. Tras tres largos hemos llegado a la primera cima de la cresta y como el resto parece más sencillo, nos encordamos en corto y comenzamos a progresar de manera simultánea dando ritmo a la ascensión. Poco después estamos en terreno fácil que nos permite desconectarnos y proseguir de esta manera hasta la cima. Un sin parar.

 

Una hora después habíamos hecho cima, descendido de manera directa y Moisés ya se encontraba en la pared Norte del Pico Azagayas encordado para iniciar la escalada. Esta vez con los piolets en las manos y los crampones en las botas. El ascenso fue fugaz, deseábamos que la montaña se duplicase y pudiésemos seguir dando pioletazos a la nieve dura que cubría el recorrido. Pero la montaña nos marcaba su punto más alto y el final de nuestra aventura.

Agradecidos por el magnífico día que la sierra nos había brindado y rascando “alpinismo” en las montañas más occidentales de la Sierra de Gredos, allí donde se juntan Extremadura y Castilla y León, descendimos felices por el camino de vuelta saboreando la sensación de cansancio, superación y realización personal que íbamos buscando y que tanto anhelábamos. Esa que mueve por dentro a los amantes de las montañas grandes y pequeñas. Pues no hace falta escalar grandes recorridos de extrema dificultad para sentirse pleno, basta con disfrutar los pequeños detalles y vivir intensamente cada reto personal que te planteas para ser feliz.